Acoso, al ocaso del terror

Calles Oscuras

Por: Román Sánchez Zamora –

El semáforo en rojo hizo detenerme.

-Apóyeme para mis medicinas, por favor-.

De mirar la calavera de carro delante de mí, se me volvió a helar la sangre, el señor se había marchado, lo pude ver por el espejo lateral, saque la mano con unas monedas y le pité, sabía que volvería y así fue.

-Gracias-.

Tenia que volver a escucharlo.

Esos tiempos de secundaria, en donde todos emocionados, por los compañeros, el nuevo balón, el nuevo taller, los seleccionados para el concurso estatal, se volvieron pesadilla gracias a Alfonso.

El acoso, era fuerte, entre la burla de compañeros y compañeras, dejó de ser algo simple a querer salir corriendo en la obscuridad de la noche, antes que todos y no ver al compañero que habían expulsado por violento.

Una vez caminando me tomó del hombro y escuche: ¿adónde vamos?

Las risas se apagaron.

Por varios días las palabras no salían.

Ya no quería ir a la escuela.

Se volvió una pesadilla.

Varios mencionaban su nombre para intimidarme.

-Pues ya éntrale, y defiéndete o te perseguirá por toda la vida, lo malo es que dejes la escuela, este joven Alfonso, mira ya dejo sus estudios y cuando se aburre viene a molestarte- me dijo un profesor, que se enteró, preguntó y solo eso pudo decirme, porque no quise ir a al concurso de matemáticas.

Nadie sabe lo que es el acoso escolar, solo quien lo vive y sufre, todo me vino a la cabeza en solo un rojo de semáforo.

-pues éntrale… pues- fue lo único que le dije y lo empujé esa noche.

Se aparto…

-Cámara- me dijo y se fue, nunca volvió.

Todos lo vieron, nadie mas hablo de ello, el fantasma se había ido.

Esa noche, corrí lo mas que pude, me sentí… libre, en calles obscuras.

Salir de la versión móvil