¿Educación sin Maestros? El futuro incierto de la Enseñanza

La inteligencia artificial, AI, siglas en inglés, emerge en el horizonte del conocimiento, marcando metamorfosis en nuestra manera de entender el mundo. Pasamos de un enfoque centrado en el ser humano a un modelo basado en la tecnología (AI y la robótica). Esta transición implica riesgos para la educación tradicional, al tiempo que exige una redefinición total de la enseñanza, el aprendizaje y el papel del Maestro y el Estudiante.
Esta transición no es meramente un cambio de método, sino supone que el Maestro deja de ser un faro luminoso, guiando a los estudiantes a través de aguas desconocidas. Mientras que el Estudiante, por su parte, se transforma en navegante digital valiente, dispuesto a explorar este vasto mar de información y saberes. La necesidad de adaptación es palpable. Este giro en el compás podría arrancar de raíz la calidad educativa, y al pensamiento crítico. La AI plantea amenazas directas a los objetivos fundamentales del aprendizaje. Que tal si la AI facilita al estudiante eludir los procesos tradicionales de aprendizaje y evaluación, – haciendo trampa en sus tareas. ¿Cuál valor reinante sería el fraude, el plagio y la deshonestidad? (investigaciones señalan que hasta un tercio de los educandos no indican haber utilizado AI).
La mente, es un jardín que corre el peligro de marchitarse en un suelo estéril. Este ominoso panorama nos invita a reflexionar sobre las verdaderas virtudes de la educación inteligente. La IA conlleva el riesgo de que los jóvenes se vuelvan perezosos, minimicen el esfuerzo, o utilicen la herramienta sin criterio. La sobredependencia en la IA para generar ideas, podría minar el pensamiento creativo independiente de los profesionales. Hoy, hay escuelas sin maestros, sí, llamadas escuelas alfas (Intelligent Tutoring System).
Aquí, el aprendizaje con valores y humanidad cobra vida con voz propia, donde los datos, videos, informantes, influyentes, asistentes, agentes, etc., fluyen como ríos caudalosos, llevando a los curiosos en su corriente. Imagina una AI con alucinaciones, proporcionando información errónea, falsa o fabricada. Esta falta de fiabilidad sería una de las principales preocupaciones para los padres y los profesionales. Supongamos, niños y jóvenes, en su etapa preoperacional de cognición, podrían aceptar sin análisis y crítica el contenido inexacto en este cauce de información y formación. Entonces, imagina un modelo futuro educativo sin Maestros o tutores humanos…
Quizás, el riesgo mayúsculo es la privacidad y vigilancia de los datos personales. La inteligencia artificial y las nuevas tecnologías de la comunicación sin valores podría producir la invasión a la intimidad personal y hacer sentir aprensión o malestar. Generando miedo en cualquier persona. Aún más, la falta de directrices claras y regulación en materia de la AI y la robótica aumenta estos riesgos.
No somos un robot ausente de emoción y sentimiento (siguiendo al autor Juan Villoro en su libro No soy un robot). Una educación 5.0 sin valores, con reducción de la interacción Humana, con confianza ciega en la IA y los algoritmos dentro de este océano de información y virtualidad moderna. Podría llevar a la pérdida de las habilidades sociales y el desarrollo interpersonal para ésta y próximas generaciones.
La inteligencia artificial, cómo espada de doble filo, acecha con modernos modelos educativos. Existe una preocupación considerable sobre el desplazamiento de los profesores humanos y la posibilidad de que el personal académico sea excluido del proceso. Un chatbot no puede enseñar valores éticos, empatía o trabajo en equipo como lo haría un maestro de carne y hueso.
“Imaginas una educación dependiente del Prompt y la especificidad: Que tal si la educación se basa en formular preguntas o prompts efectivos, nos llevaría efectivamente a respuestas menos constructivas o demasiado genéricas. La fatiga de pensar por la simplicidad”.
Imaginemos mejor la construcción de una nueva Responsabilidad Educativa, donde la tecnología se utiliza para “aumentar” las capacidades humanas y profesionales, no para sustituirlas. Seamos tutores modernos en la casa, la familia, la escuela y la comunidad, que enseñe con aprendizaje con valores y con contenido adaptativo, proporcionando instrucción y retroalimentación a las necesidades formativas humanistas y progresistas, actuales.
Reitero, seamos tutores modernos que enseñemos con valores, respeto y con un contenido transformador, proporcionando instrucción y retroalimentación adaptada a nuevas tecnológicas. Esto exige la transformación desde el padre, el maestro, el compañero, el jefe y el amigo. Como guías y expertos con sentido ético y enfoque en el desarrollo de la dignidad humana y el pensamiento crítico que conduzca al conocimiento fiable.
Qué tal si nos comprometemos en adquirir la alfabetización y las habilidades oportunas para comprender la tecnología, sus limitaciones y su fragilidad. Tutores que es su actuar y ejemplo garantizan las competencias, talentos, habilidades, actitudes y aptitudes que forman el pensamiento crítico y no su fatiga, de sus educandos.
Enseñar es cuestionar y aprender a Aprender. La tecnología es aliada y no enemiga. En mi corazón, resuena como un eco inspirador el lema “Pensar Bien para Vivir Mejor”, una brújula que guía a través del caótico laberinto de la vida cotidiana. Mantra cuasi divino que alumbra en la oscuridad, invita a encender la mente y sembrar la armonía y la tranquilidad de saber de un futuro brillante.