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Francisco, la respuesta al siglo XXI

Francisco, la respuesta al siglo XXI
  • Publishedabril 28, 2025

Nicolás Dávila Peralta

Desde su elección, en 2013, el jesuita Jorge Bergoglio marcó la pauta de su
pontificado. Eligió un nombre que ningún otro papa había escogido: Francisco, en
honor del Pobre de Asís; renunció a las vestiduras lujosas de los papas anteriores:
zapatillas rojas, camauro rojo con ribetes de armiño, el fanón papal, el broche de oro
en los ornamentos, y decidió no habitar los lujosos recintos del palacio apostólico.
Desde el momento de su presentación en la Plaza de San Pedro, marcó la pauta de
su pontificado: la vuelta a la sencillez del Evangelio, la preferencia por los pobres, la
defensa de los migrantes y de las minorías marginadas.
Sin duda, Francisco se ubicó como continuador de la gran reforma de la Iglesia
Católica iniciada en 1958 por Juan XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli), continuada por
Paulo VI (Giovanni Battista Montini) y frenada por Juan Pablo II (Karol Wojtyla) y
Benedicto XVI (Joseph Ratzinger). Se vislumbraba que Juan Pablo I (Albino Luciani)
la continuaría, pero murió a los 33 días de su pontificado.
Hasta 1962, fecha en que se inicia el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica se
encontraba muy lejos de un mundo que se modernizaba; anclada en la doctrina del
Concilio de Trento, era incapaz de responder a un mundo que avanzaba en las
ciencias y una juventud cada vez más crítica.
El papa Pío XII murió el 9 de octubre de 1958 y el día 28 fue elegido el patriarca de
Venecia Angelo Giuseppe Roncalli, quien adoptó el nombre de Juan XXIII.
Nadie esperaba que destacara en el pontificado, después de la figura del papa
anterior; sin embargo,sorprendió al mundo al convocar un concilio universal para
analizar el papel de la Iglesia Católica en el mundo moderno.
El Concilio, celebrado en la Ciudad del Vaticano, reformó a fondo a la Iglesia; como
dicen sus biógrafos, “abrió las ventanas de la iglesia para que entrara aire puro”. En
1962 inauguró la primera sesión del Concilio Vaticano II. Murió el 3 de junio del año
siguiente.
Su sucesor, Paulo VI (Giovanni Battista Montini), continuó esa reforma y puso el
acento en el compromiso social de la Iglesia con los más desprotegidos de la
sociedad. Igual que su antecesor, tuvo que padecer la incomprensión y los ataques
de quienes se aferraban a las tradiciones antiguas y la pomposidad de las
ceremonias.
En 1978, llegó al papado un hombre sencillo, pero firme en su convicción de que
había que reformar a la curia romana; Albino Luciani tomó el nombre de Juan Pablo
I y renunció a la tradición de siglos de ser coronado y optó por suprimir esa
ceremonia arcaica. Sin embargo, nada pudo hacer en relación con la reforma de la
curia romana, pues a los 33 días de haber iniciado su pontificado fue encontrado
muerto en su habitación.

Una Iglesia en reversa
En su lugar fue elegido el cardenal de Cracovia Karol Wojtyla, quien adoptó el
mismo nombre que su antecesor. Juan Pablo II fue ante todo un papa político;
contribuyó al derrumbe del comunismo real, marcó su distancia frente a los obispos
que se comprometieron a favor de los pobres y, poco hizo para frenar el abuso a
menores por miembros del clero.
Durante su pontificado fueron reprimidos los principales teólogos de la liberación, se
le prohibió enseñar y escribir sobre teología; se sustituyó a obispos comprometidos
con los pobres y los indígenas por prelados conservadores y se pasaron por alto los
grandes escándalos de pederastia clerical.
Su sucesor, Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), quien como prefecto del antiguo
Santo Oficio ejecutó las órdenes en contra de los teólogos liberales, siguió la misma
ruta de Juan Pablo II, hasta que se dio cuenta que era incapaz de gobernar a la
Iglesia. A su renuncia los cardenales eligieron a Bergoglio, el papa Francisco.

Volver al Evangelio
Con Jorge Bergoglio, el papa Francisco, la Iglesia retomó el camino transformador
de Juan XXIII y Paulo VI. Luchó porque la Iglesia volviera los ojos al Evangelio, en
lugar de suspirar por las tradiciones antiguas; su opción por los pobres no fue sólo
de palabras, sino de hechos: migrantes, presos, huérfanos, ancianos, gente en
situación de calle, minorías marginadas fueron los preferidos de sus acciones.
Fue el primer papa en alzar su voz en contra del capitalismo salvaje que no sólo
empobrece a la mayoría y acumula el capital en pocas manos, sino que atenta
contra la naturaleza, contra la creación. Esto lo expresó con claridad en su encíclica
“Laudato Si”, sobre el cuidado de la casa común.
Fue muy firme en castigar el abuso sexual por parte de clérigos; no sólo fueron
investigados, juzgados y en su caso castigados sacerdotes, sino también obispos y
hasta cardenales. Por esta razón pidió la renuncia de todo el episcopado chileno. Su
postura fue firme frente a los abusos a menores.
En su testamento dejó establecido que no se le sepultara en las criptas de la
Basílica de San Pedro, sino en una tumba sencilla en la Basílica de Santa María la
Mayor. El sábado, quienes lo recibieron a las puertas de esta basílica fueron pobres,
migrantes, presos, transexuales, los sin techo; ellos recibieron el féretro y le dieron
el último adiós a un hombre que en 12 años le cambió el rostro a la Iglesia Católica.

¿Avance o retroceso?
En mayo, los cardenales electores (todos los menores de 80 años) iniciarán el
cónclave en la Capilla Sixtina; de ahí saldrá el nuevo papa de la Iglesia Católica. La
tarea no es sencilla, porque si bien la mayoría de los cardenales electores fueron
elevados a esa categoría por el papa Francisco, hay un sector conservador que en
varias ocasiones hizo públicas sus desavenencias con las reformas de Francisco.
Son cardenales que, seguramente, buscarán que el sucesor sea un cardenal
conservador que revierta las reformas del papa Bergoglio.
Quiera Dios que los cardenales sean capaces de valorar el pontificado del papa
Francisco y sepan elegir a un sucesor que continúe esta transformación iniciada por
Juan XXIII, continuada por Paulo VI y rescatada por Francisco. El mundo necesita
una voz profética como la del papa argentino y la Iglesia debe seguir la
transformación postconciliar, si quiere responder a los retos del siglo XXI.

Retazos
Hay un cardenal cuya iglesia cuenta con ocho parroquias y una feligresía de mil 500
personas. Se trata de Giorgio Marengo, Prefecto Apostólico de Mongolia. Participará
en el cónclave. ¿Podría ser profética la novela de Robert Harris “Cónclave”?

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