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La juventud como motor de cambio: idealismo, vulnerabilidad, y el arte de la manipulación política

La juventud como motor de cambio: idealismo, vulnerabilidad, y el arte de la manipulación política
  • Publishedseptiembre 25, 2025

A lo largo de la historia, los jóvenes han sido quienes han movido al mundo. Su entusiasmo, sus sueños y la necesidad de cambiar lo que los rodea los han puesto siempre al frente de grandes transformaciones sociales y políticas. Pero esta misma fuerza transformadora los convierte en un blanco privilegiado e, irónicamente, vulnerables a quienes buscan aprovecharse de su entusiasmo para sus propios intereses.

Desde la perspectiva del marketing y la comunicación política, esta reflexión revela cómo los jóvenes son a la vez una fuerza poderosa y un blanco constante de manipulación.

Vemos el futuro en cada paso que dan los jóvenes a partir de las ideas de José Ortega y Gasset sobre el levantamiento popular. La renovación social nace de su impulso y entusiasmo. Sin embargo, esa misma energía puede ser desviada y utilizada para fines que rara vez reflejan los verdaderos ideales de los jóvenes.

Con su capacidad innata para responder a las grandes historias, los jóvenes son un terreno fértil para mensajes que apelan a la justicia social, la igualdad o la libertad, de forma idealista y emocional. Los manipuladores, con ambiciones egoístas disfrazadas tras discursos altisonantes, se convierten en defensores de estas causas. La instrumentalización de los jóvenes en el ámbito político se basa en pilares psicológicos y sociales claramente establecidos, es una de las estrategias más recurrida por el manipulador.

La juventud se define por una gran búsqueda de identidad y una urgente necesidad de pertenecer a un grupo. Los movimientos políticos, por lo tanto, ofrecen un sustituto de la comunidad y el propósito, aunque con frecuencia son una construcción artificial.

La falta de experiencia histórica y crítica podría, en algunas circunstancias, impedir la capacidad de discernir agendas ocultas o la capacidad de interrogar críticamente la retórica política carismática.

Una técnica especialmente astuta del manipulador es presentarse como víctima de un sistema opresivo, de fuerzas poderosas o de una injusticia generalizada. Este recurso se dirige puntualmente a la empatía de los jóvenes, su deseo de proteger a los débiles y su tendencia a luchar contra la injusticia. Sintiéndose «perseguido» o «incomprendido”, el manipulador intenta generar una profunda identificación y un apoyo emocional incondicional en los jóvenes, quienes ven una causa común en la lucha contra un adversario compartido .

En la actualidad, las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en vehículos inauditos de movilización, como megáfono y trampa. Lamentablemente, su poder también radica en la rápida difusión de información sesgada y la construcción de «burbujas informativas» que fomentan el control.

La historia tiene muchos ejemplos de cómo la energía joven ha sido secuestrada para usos que rayan en lo macabro, cuando el idealismo fue prisionero de la ambición.

Una ilustración clásica del adoctrinamiento masivo son las Juventudes Hitlerianas de Alemania en los años 1930-1940. La exposición temprana a la ideología nazi en jóvenes y adolescentes inculcó una obediencia ciega y un nacionalismo feroz. Gustave Le Bon ya advertía sobre cómo las masas, incluidos los jóvenes, caen bajo la influencia de líderes carismáticos.

El presidente Mao Zedong utilizó a millones de jóvenes conocidos como Guardias Rojos para purgar a los componentes «revisionistas «. Con un poder irrazonable , se convirtieron en armas de destrucción institucional y de consolidación faccional del poder, con un costo humano incalculable .

El Movimiento Estudiantil del 68 (México y el mundo). Si bien fue un clamor genuino por la democracia, en algunas circunstancias, grupos políticos intentaron sacar provecho del descontento. En México, la brutal represión del gobierno buscó presentarlo como un movimiento controlado. Foucault nos recuerda cómo el poder intenta regular cuerpos y mentes, y su objetivo principal es la energía contestataria de la juventud.

En la primavera Árabe (década de 2010), movilizaciones juveniles espontáneas que, en algunos casos, fueron cooptadas por poderes externos o grupos internos, convirtiendo las promesas democráticas en caos y guerra civil, con los jóvenes sirviendo como carne de cañón para objetivos más amplios.

En el mundo académico, la manipulación se manifiesta de maneras más delicadas pero igualmente efectivas como la cooptación de movimientos por causas concretas; movimientos globales legítimos como el cambio climático o la justicia racial que los partidos o grupos políticos pueden utilizar para su beneficio; buscando visibilidad o beneficio electoral, la presión utiliza a los estudiantes como tapadera.

Las elecciones universitarias a menudo son campos de manipulación donde grupos políticos externos o facciones internas buscan controlar recursos, crear «cuadros» para grupos políticos o causar desestabilidad. Lamentablemente, son habituales la financiación externa, las promesas de becas a cambio de votos y el uso de grupos de choque son de las artimañas mas recurridas.

Otro elemento importante es el uso del descontento y las demandas legítimas. Sus necesidades son razonables y fuertes cuando los jóvenes se enfrentan a problemas reales como la falta de oportunidades, de apoyos, becas, la corrupción, la pobreza o la catástrofe climática. Los manipuladores detectan esta insatisfacción y la instrumentalizan, presentando respuestas fáciles y chivos expiatorios que promueven sus propios objetivos.

El gran poder de los discursos y los cuentos reside en su efectividad. Utilizando mensajes emocionales y construyendo dicotomías entre «nosotros» y «ellos», los manipuladores son expertos en crear historias que hablan de la identidad y los valores de la juventud. Ofrecen promesas utópicas de un futuro mejor y simplifica asuntos difíciles. Un ejemplo claro de esto es cuando el líder se presenta como víctima y crea una historia en la que él y sus seguidores —los jóvenes— son los «nosotros» los buenos, oprimidos por un «ellos» malvado, fomentando la cohesión del grupo mediante la empatía hacia los supuestos afectados.

Gustave Le Bon enfatizó que el principal impulsor del comportamiento grupal en las masas son las emociones, por lo tanto las hacen vulnerables a las sugerencias de los líderes “carismáticos”. Durante las campañas de 2024 en México, los candidatos no solo usaron discursos, sino conciertos, bailes en TikTok y arengas masivas que buscaban generar catarsis emocional en donde el “carisma digital” se vuelve tan importante como la propuesta política. En El Salvador, Nayib Bukele moviliza a las masas con un liderazgo “cool” y paternalista, transmitiendo en vivo por redes sociales sus operativos contra pandillas. La emoción colectiva de seguridad se impone a cualquier análisis racional sobre derechos humanos.

Los que nos dedicamos al diseño, marketing y comunicación política, tenemos una gran obligación moral. Somos conscientes del poder de las palabras y las imágenes.

Diseñamos campañas que exponen las vulnerabilidades o, por el contrario, estimulen el pensamiento crítico, la participación informada y la motivación cívica constructiva en la juventud. Nuestra prioridad debe ser la transparencia y el apoyo a un discurso público vigoroso que permita a los jóvenes distinguir entre información genuina y propaganda. La esfera pública, como diría Jürgen Habermas, debe ser un espacio libre de distorsiones y buscando el diálogo mutuo.

Es importante enfatizar que la sensibilidad a la manipulación no es sinónimo de ingenuidad. A menudo, los primeros en reconocer las injusticias y anhelar un mundo mejor son los jóvenes. Esta pasión y visión los convierten en un objetivo atractivo. Al explotar estas excelentes cualidades, la manipulación redirige la energía hacia agendas ocultas, no porque los jóvenes carezcan de inteligencia, sino porque el enfoque manipulador es adepto a ocultar sus verdaderos objetivos y apela a lo más profundo de sus creencias. La juventud es una fuerza poderosa con enormes posibilidades de transformación. Para cualquier nación democrática, su entusiasmo e idealismo son activos muy valiosos. En lugar de señalar una debilidad en los jóvenes, la manipulación expone la astucia y la bajeza moral de algunos actores políticos que, optan por cooptar y desviar el entusiasmo juvenil hacia sus propios fines —a menudo con resultados desastrosos.

Nuestro deber ser es promover herramientas para que los jóvenes reconozcan la manipulación, mejoren su pensamiento crítico y, por lo tanto, garanticen su participación, debe ser verdaderamente autónomo y positivo. La imagen predominante debería ser la de un joven con una mirada aguda, que examina críticamente el mundo  distingue entre las voces genuinas y aquellas destinadas a su instrumentalización; para poder ser un verdadero motor de cambio.

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