Una oposición perdida

México necesita de una oposición política capaz de proponer, de presentar y defender un proyecto de nación que no sea retroceder a la fallida política neoliberal que perjudicó al país y empobreció a la población. Sin embargo, actualmente la oposición no sólo es incapaz de proponer, sino que parece estar empeñada en desprestigiarse a toda costa.
Siguiendo la dinámica a partir del gobierno de Carlos Salinas, los dos partidos adversarios: el PRI revolucionario y liberal y el PAN antirrevolucionario y conservador, renunciaron a sus principios ideológicos y formaron una alianza absurda a la que en 2012 se unió el PRD, renunciando a sus postulados de izquierda.
A partir de entonces, la hoy oposición ha sido cooptada por los grupos de extrema derecha, lo que al PRD le valió perder su registro y al PRI estar en agonía; de modo que hoy el partido dominante es Acción Nacional, partido que, a su vez, ha renunciado a la ideología de sus fundadores. De este modo, la oposición ha perdido el rumbo y su estrategia para recuperar el poder está totalmente equivocada.
Desde mi punto de vista, la oposición ha basado su acción en tres líneas de acción: la mentira y la desinformación, la búsqueda de apoyo externo y la búsqueda de un líder.
Desde 2006, la oposición señaló a Andrés Manuel López Obrador de ser “un peligro para México”; alertaban que de ganar la Presidencia, el país se convertiría en otra Venezuela. A partir de 2018, se calificó al gobierno de llevar al país al comunismo.
Desde entonces, todo ha sido desinformar, calificar a la 4T de narcogobierno, narcopresidenta; y con el apoyo de los medios afines, la difusión de noticias falsas, como sucedió la semana pasada con los amparos presuntamente presentados por los hijos de López Obrador.
Esta estrategia, si bien está orientada a desprestigiar al gobierno con la intención de crear desconfianza y ganar adeptos, olvidan que se puede engañar a un sector de la sociedad, pero pronto la mentira genera más desconfianza en quienes la manejan.
Por otra parte, hemos visto cómo políticos de oposición claman porque los Estados Unidos intervengan en el país, bajo el pretexto de que México está dominado por el “narcoterrorismo”, repitiendo el calificativo que inventó el presidente estadounidense.
El destructor del PRI Alejandro Moreno ha viajado a Estados Unidos y a otros países gobernados por la derecha en busca de apoyo; Lilly Téllez abiertamente ha pedido la intervención del ejército norteamericano para combatir al narcotráfico y defender al país del “narcogobierno”; y en el colmo del ridículo, Felipe Calderón lamenta que el embajador estadounidense no haya frenado la reforma judicial.
La oposición se olvida que Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses. Con base en este principio, en 1848 nos despojó de la mitad del territorio, en la guerra de Reforma pretendió apoderarse de Baja California, crear un corredor entre El Paso y Guaymas y el libre tránsito en el Istmo de Tehuantepec, implementó el golpe de Estado en contra de Madero y en el gobierno de Álvaro Obregón logró que se mantuvieran la concesiones petroleras logradas antes de 1917.
Lo que piden Calderón, “Alito” Moreno, Lilly Téllez y compañía, es que la potencia del norte vuelva a dominar al gobierno mexicano. Eso se llama traición a la patria.
Si la desinformación y el entreguismo son ya dos factores que desprestigian a la oposición, como dije antes, hoy dominada por la extrema derecha, la falta de liderazgo la hunde más en el desprestigio.
Tras su derrota en 2018, los partidos de oposición entraron en crisis y no pudieron recomponerse por sí mismos. Tuvo que tomar la iniciativa un empresario de derecha: Claudio X. González, quien utilizó la alianza absurda PRI-PAN-PRD, para enfrentar al gobierno de López Obrador.
El resultado, una candidata presidencial de comedia barata, sin proyecto, sin conciencia de lo que significaba aspirar a presidir el país, que apenas alcanzó el 27 por ciento de la votación.
Tal parece que tanto el PAN como el PRI e incluso Movimiento Ciudadano, carecen de políticos con liderazgo, capaces de rescatar a la oposición. Alejandro Moreno, Ricardo Anaya, Kenia López, Lilly Téllez y otros más, no son líderes, son voces que aportan a la desinformación, a la injuria, al desprestigio.
Por esto, ha tomado la bandera de la oposición un empresario con mayor desprestigio que Claudio X. González. Hoy se pone a la cabeza de la oposición un evasor de impuestos, usurero, explotador del sector pobre de la sociedad y de sus propios trabajadores: Ricardo Salina Pliego, quien, además, fue beneficiado por el gobierno de Carlos Salinas con la entrega de la televisión estatal.
Además, pretendió ganarse las simpatías de López Obrador para evadir el pago de miles de millones de pesos en impuestos. Al no lograrlo se volvió uno de sus principales detractores.
Hoy, la oposición vuelve los ojos hacia este empresario corrupto, lo arropa y pone en él sus esperanzas para las elecciones presidenciales de 2030, lo que demuestra la falta de liderazgo tanto en el PAN como en el agonizante PRI, cuyo dirigente es su sepulturero.
Así pues, con una estrategia basada en el engaño y la desinformación, a la que se une la actitud de entrega del país al extranjero, como lo hicieron los conservadores del siglo XIX que abrieron las puertas al ejército francés para convertir a México en una monarquía y poner en el trono a un archiduque austriaco: Maximiliano de Habsburgo, y la aceptación del liderazgo de un empresario corrupto, la oposición está perdida.
Cuánta falta hace que la oposición cambie. En primer lugar, que cada partido deje de ser una agencia de candidaturas, para reasumir los principios que les dieron origen y superar las alianzas absurdas. En segundo lugar, que su comunicación con la sociedad deje de estar basada en calumnias, injurias y proponga proyectos claros para el futuro del país y sea capaz de defender la soberanía de México.
Cabe recordarles lo que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo expresó en su Primer Informe de Gobierno:
“La independencia, libertad y soberanía de México significa que ninguna potencia extranjera decide por nosotros (…) nuestra independencia, libertad y soberanía se defiende todos los días”.